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17.5.12

Por qué una presidente puede ser también presidenta


Un periodista me expresó su confusión tras haber visto en Facebook que alguien mandaba a leer sobre gramática a aquellos que dicen la presidenta en vez de la presidente. Quizá el  admonitor en cuestión y tantos otros que repiten consignas que circulan en Internet no leyeron lo suficiente para entender que hay razones para legitimar el término presidenta, del mismo modo que se dice jueza, ministra, senadora, formas aún muy resistidas en la anquilosada prensa correntina.
Empecemos por ver cuáles son los registros de uso de presidenta de la Real Academia Española (RAE):
1. Dice el Diccionario de la lengua española, 22ª edición:
presidenta. 1. f. Mujer que preside. 2. f. presidente (‖ cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.). 3. f. presidente (‖ jefa del Estado). 4. f. coloq. Mujer del presidente.

2. Dice el Diccionario panhispánico de dudas (DPD):
presidente. ‘Persona que preside algo’ y, en una república, ‘jefe del Estado’. Por su terminación, puede funcionar como común en cuanto al género (el/la presidente): «La designación de la presidente interina logró aplacar la tensión» (Clarín [Arg.] 10.2.97); pero el uso mayoritario ha consolidado el femenino específico presidenta: «Tatiana, la presidenta del Comité, no le dejaba el menor espacio» (ÁlvzGil Naufragios [Cuba 2002]).

3. Dice la Nueva gramática de la lengua española (2010):
11.4h. Son sustantivos de una sola terminación (esto es, sin variantes en -a) muchos nombres de persona acabados en -ante o -ente, procedentes en gran parte de participios de presente latinos (…) Cabe usarlos, por tanto, con modificadores masculinos o femeninos, como en He tenido {muchas estudiantes aplicadas ~ muchos estudiantes aplicados}; Los médicos detestan tratar a pacientes poco {sufridas ~ sufridos} (…).
11.4i. Se dan algunas oposiciones -ante / -anta; -ente / -enta y -(i)ente /-(i)enta, sin connotaciones particulares o significados añadidos, aunque no todas las voces se usan en todos los países hispanohablantes. Se trata de casos como los siguientes:
cliente / clienta; comediante / comedianta; congregante / congreganta; dependiente / dependienta; figurante / figuranta; intendente / intendenta; presidente / presidenta; sirviente / sirvienta.
No obstante, en algunos países se emplean –con distinto grado de extensión– estos sustantivos como comunes respecto del género. Así, por ejemplo, la clienta alterna con la cliente en Chile, México, Centroamérica, la República Dominicana, Venezuela y otros países, en algunos de los cuales es peyorativa la forma clienta. Se emplean tanto la presidente como la presidenta en el Ecuador, Honduras, la República Dominicana, Venezuela, México y el Perú, entre otras áreas. De forma análoga, alternan la dependiente y la dependienta en varios países (entre otros, Chile, México, el Perú y Venezuela), mientras que se muestra preferencia por la primera de estas formas en Costa Rica, El Salvador, la República Dominicana y Colombia, entre otras áreas hispanohablantes (…) El sustantivo gerente cuenta con el femenino gerenta, recogido en el DRAE, que es frecuente en Chile y en los países andinos, pero infrecuente en otros muchos. El sustantivo postulante se usa en América en el sentido de ‘candidato’, pero existe postulanta con el sentido de ‘mujer que pide ser admitida en una comunidad religiosa’.

Como se ve, la RAE registra la variante en -a del término presidente en el Diccionario, en el DPD y en la Nueva gramática, como una forma consolidada por el uso mayoritario. Pese a estos registros, quienes cuestionan su uso sostienen que presidente es una palabra formada a partir de praesidens, el participio presente del verbo latino praesidere (sentarse delante) y que las palabras así formadas suelen ser de género ambiguo: estudiante, ayudante, amante.
Es cierto que los sustantivos terminados en -ante y -ente provienen de participios presentes activos latinos, como presidente, o se formaron en español sobre verbos españoles siguiendo el mismo procedimiento, como estudiante, y son de género común: el/la estudiante. Sin embargo, factores extralingüísticos impusieron el uso del femenino en sustantivos relacionados con actividades antes ejercidas solamente por los varones y así se desarrollaron las formas concejala, intendenta, presidenta.
En Eternas cuestiones de género, en el diario La Nación, la profesora Lucila Castro explica que “en la realidad de los hechos, los sustantivos de una sola terminación que denotan actividades que históricamente fueron ejercidas solo por varones eran sentidos por los hablantes como masculinos. Por su forma, jefe y juez podían referirse a mujeres, pero difícilmente pudieran encontrarse mujeres a las que se pudiera designar con esas palabras. Cuando las mujeres empezaron a ejercer esas actividades antes monopolizadas por los varones, como los nombres de esas actividades se sentían como masculinos, se sintió la necesidad de crear formas femeninas para las mujeres”.
Por eso, solo algunos sustantivos comunes al género desarrollaron el femenino específico, pero no por ello se debe inferir que todos los sustantivos de una sola terminación desarrollen la forma terminada en -a. De hecho, algunos plantean que si se puede decir presidenta, sería igual de legítimo decir *estudianta,  *artisto, *periodisto. La respuesta es sencillamente no.
Al respecto, leamos a Castro: “La forma presidenta no responde a ninguna ley, sino que es una creación analógica (…) Hace siglos a alguien se le ocurrió que era útil crear la forma presidenta para el femenino, y la usó y la comunidad hablante la aceptó, primero para la mujer de un presidente y después para la mujer que presidía. Como a nadie se le ocurrió crear la forma *estudianta y, si alguno la usó alguna vez, la comunidad lingüística no la adoptó, no se dice *estudianta. A veces, las analogías se generalizan, pero una creación por analogía no establece necesariamente una regla”.
¿Y por qué no puede decirse *periodisto? “La terminación -ta es en su origen un sufijo masculino, que forma palabras como poeta, de modo que las primeras palabras en -ista que se construyeron eran de género masculino y se usaban para actividades únicamente, o muy mayoritariamente, ejercidas por varones. Cuando las mujeres empezaron a incorporarse a esas actividades, y a otras nuevas cuyos nombres se fueron creando, dado que esos nombres terminaban en -a, no se sintió la necesidad de inventarles formas femeninas, y en la actualidad las palabras en -ista son de una sola terminación para los dos géneros. Si los primeros periodistas hubieran sido mujeres, sería posible (aunque ¿quién podría asegurarlo?) que a los varones del oficio se los llamara hoy en día *periodistos”, responde Castro.
En esa línea, el filólogo Leonardo Gómez Torrego, autor de Gramática fácil de la lengua española, sostiene que algunas voces, “por las razones que sean, no desdoblan en -a el femenino, y se manifiesta el sexo con los artículos o con los demostrativos”: una miembro. En cambio, “hay sustantivos referidos a profesiones o actividades que ejercían habitualmente las mujeres y que ahora, en algunos casos, admiten el masculino en -o, como azafato o amo de casa. Pero no es correcto decir telefonisto, periodisto o electricisto, porque el sufijo -ista es invariable”, advierte.
El caso de modisto es distinto. “A pesar de que la forma modista sirve también para el masculino, como el oficio es mayoritariamente femenino, se creó una forma masculina en -o para los varones”, explica Castro y, de acuerdo a Gómez Torrego, ese masculino es “algo totalmente anómalo en la morfología del español”, pero muy extendido en el uso.
Volvamos al núcleo de la argumentación de quienes censuran la forma presidenta y que es la que toma el usuario de Facebook. “El participio activo del verbo atacar es atacante; el de salir es saliente; el de cantar es cantante y el de existir, existente (…) Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación -nte. Así, al que preside, se le llama presidente y nunca presidenta, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción”.
En Estilo, en la web de la Fundación Español Urgente (Fundéu), se refuta esta argumentación. Por su extensión y profundidad técnica, no voy a transcribir aquí el texto; sí extractaré algunos conceptos:
a. “Es fácil caer en el error de creer que [el español] la emplea [la terminación -nte] solo para referirse a la persona que realiza la acción del verbo (presidente el que preside, cantante el que canta, atacante el que ataca). Sin embargo esto no es una verdad absoluta: ni todos los verbos se refieren al agente con esta terminación, ni siempre que esta terminación aparece se asocia a la persona que lleva a cabo la acción del verbo.  Los que luchan, los que inventan, los que trabajan, los que corren, etc. no son los luchantes, los inventantes, los trabajantes, etc. sino el luchador y la luchadora, el inventor y la inventora, el trabajador y la trabajadora (…)”.
b. “Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente [el infijo -nt-] tengan una forma para el género femenino (…) Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta)”.

Podría aportar más notas y artículos sobre la cuestión, pero considero que los transcriptos aquí alcanzan para entender por qué no es incorrecta la forma presidenta. A modo de síntesis y siguiendo a Castro, debe quedar claro que el hecho de que algunos sustantivos de género común tengan femeninos en -a no significa que todos los del mismo tipo deban tenerlos; se necesita no solo que alguien los invente, sino también que la comunidad hablante los use.
En todo caso, alguien puede preferir, por la razón que se quiera, el uso de presidente común en cuanto al género y no el femenino presidenta, pero eso no lo autoriza a tildar de ignorantes a quienes sí lo prefieren.
En definitiva, la lengua, como convención social y cultural, evoluciona y sigue los cambios que se dan en la comunidad de hablantes. Quizá el profundo androcentrismo de sociedades como la correntina haga perder de vista a muchos los desafíos del momento en cuanto a la visibilidad de eso que Eduardo Galeano llama la “mitad invisible de la humanidad”.

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