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25.10.13

Boludear

Juan Gelman y la palabra boludo.  

 La diversidad en el español y un atlas con los vocablos más representativos de cada país.

Cuenta la escritora española Rosa Montero que, durante el VI Congreso de la Lengua, que se realizó del 20 al 23 de octubre en Panamá, alguien le habló de “un verbo genial” que le había oído decir a un mexicano, para “expresar la acción de marcar con un pequeño signo las casillas de un formulario: palomear”.
“Es una palabra ingeniosa y elocuente porque el pequeño trazo suele tener, en efecto, la silueta de un ave”, opina Montero en una columna en El País. “He aquí una lengua vibrando de vida”, señala.
Se dice que algo así como 500 millones hablan el español, que es el segundo idioma materno del planeta, después del mandarín, y que hay expertos que sostienen que, para 2045, será la lengua mayoritaria…
“Para mí, la mayor riqueza del español no reside en su enorme implantación, sino en su diversidad, en sus muchas versiones y matices. En este mundo crispado, sectario y excluyente, emociona poder celebrar una lengua común llena de diferencias que no solo no desunen, sino que potencian. Palomeando se vuela hacia el futuro. Ser distintos nos hace más fuertes”, reflexiona Montero.
Paloma es efectivamente en México el ‘signo manual similar a la V que se pone en cada uno de los diferentes apartados de un escrito para notar una selección o una revisión, así como para calificar como correcto un ejercicio, pregunta o tarea’, según define el Diccionario de americanismos, cuya edición digital fue presentada en el Congreso en Panamá.
Pero así como palomear es en México ´poner en un escrito una paloma o signo gráfico’, en El Salvador es ‘realizar el coito’; en Nicaragua, ‘usar con frecuencia la misma ropa’ y en Panamá, ‘lavar la ropa a mano y rápidamente’.
En honor de esa diversidad del español de la que habla Montero, El País solicitó a 20 escritores del mundo hispanohablante, más Estados Unidos, un aporte para elaborar un atlas sonoro de las palabras más autóctonas del español. Ellos eligieron el vocablo que consideran que refleja mejor su país para que los internautas continúen con sus propuestas en el blog Papeles Perdidos.
En el caso de la Argentina, fue el poeta Juan Gelman el encargado de seleccionar la palabra más representativa del país. Su elección tuvo amplia difusión en la prensa y, como era de prever, se desató la polémica sobre si es o no la que más refleja a los argentinos.
Gelman eligió boludo. “Es un término muy popular y dueño de una gran ambivalencia hoy. Entraña la referencia a una persona tonta, estúpida o idiota; pero no siempre implica esa connotación de insulto o despectiva. En los últimos años me ha sorprendido la acepción o su empleo entre amigos, casi como un comodín de complicidad. Ha venido perdiendo el sentido insultante. Ha mutado a un lado más desenfadado, pero sin perder su origen”, argumenta Gelman.
El Diccionario de la lengua española dice que boludo es un adjetivo usado en Argentina y Uruguay para referirse a una persona ‘que tiene pocas luces o que obra como tal’ y que en Uruguay se usa como adjetivo y sustantivo para referirse a alguien ‘lerdo, parsimonioso, irresponsable’.
El Diccionario de americanismos señala que, en Costa Rica, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay, el sustantivo y adjetivo boludo, -a es, referido a persona, ‘indolente, que tiene pocas luces o que obra como tal’. Y como adjetivo en Uruguay, referido a persona, ‘que obra con excesiva lentitud o suele cometer distracciones o tonterías’. Agrega que, en Argentina, se usa para dirigirse a un amigo y que la interjección ¡qué boludo! expresa lamentación por algo que podía haberse evitado.
Algunos opinaron que la palabra que más refleja a los argentinos no es tanto boludo como sí lo es che, que es la fórmula que se usa en Argentina, Paraguay y Uruguay ‘al pedir o preguntar algo a una persona con la que se tiene confianza’, y que  como interjección (¡che!) expresa asombro o desagrado.
En Bolivia, eligieron jailón, que es igual a cheto en Argentina, es decir, alguien de la hight society. En Chile, la favorita es patiperro (patas de perro), persona aficionada a viajar o vagabundear de un lugar a otro sin llegar a establecerse. En Colombia, vaina, un comodín que sirve para todo. “Exclamamos ‘¡qué vaina!’ cuando se trata de un desastre, y ‘¡qué buena vaina!’, para referirnos a un triunfo e incluso a la salvación”, dice Laura Restrepo.
En Ecuador, la elegida es yapa, algo adicional, un regalo; en El Salvador, cipote, sinónimo de niño, joven, adulto inmaduro, y en España, contradiós, un disparate.
En Estados Unidos, la palabra que, según Sergio de la Pava, refleja el país es parqueadero, de “origen sospechoso en el spanglish o, mejor, el espanglish”. En México, es pinche, según José Emilio Pacheco: “Un epíteto derogatorio que sorprende por su omnipresencia y durabilidad. Pinche puede ser un empleado, el hábito de fumar, la suerte, un policía, una camisa, un perro, una casa, una persona, el mundo entero, una comida, un regalo, un sueldo o bien lo que a usted se le ocurra”.
En Paraguay, curuvica. “De origen guaraní con sufijo español, se trata del pequeñísimo fragmento resultante de la trituración algún material sólido”, explica José Pérez Reyes. En Uruguay, celeste, una marca de la identidad nacional. Y en Venezuela, bochinche. “Inicialmente, solo tuvo el sentido de fiesta escandalosa, luego significó desorden, alboroto, tumulto, después pasó al ámbito político […] Y bochinchero se aplica a alguien irresponsable, falto de seriedad”, explica Rafael Cadenas.
Estas son algunas de las palabras de la lista de 21 que publica El País. Y para apaciguar los bochinches y evitar que todos digan que esto es una vaina, se dejó para el final la palabra representativa de Honduras: pija. “La palabra pija (denominación del pene) y sus derivados tienen tantas y tan diversas acepciones en el habla hondureña que se ha convertido en parte de nuestra identidad. Es una palabra pijuda, es decir, muy buena, porque con ella expresamos desde entusiasmo a indiferencia, pasando por el enojo y estados alterados de conciencia. Se usa como sustantivo, verbo y adjetivo. ‘Me voy a la pija’ significa me voy lejos. ‘Me vale pija’, no me importa; ‘estar a pija’, estar furioso, pero también estar borracho; pijinear, irse de fiesta, de parranda. Ser pijudo o pijuda es ser una buena persona o algo muy bien hecho”, explica María Eugenia Ramos.
Y si de los genitales se trata, así como pija alude al pene, paloma, la palabra con que se inicia este artículo, es también pene y vulva. En consecuencia, no todo es lo mismo para todos en el mundo hispanohablante. Es importante saberlo, para evitar andar diciendo boludeces.

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