Protesta en el domicilio de una diputada del PP, en Valencia.
▪ Escrachar es una forma de denuncia que surge en Argentina en los 90.
▪ España la importó ante la ola de desalojos.
▪ El origen del término.
El
escrache como método de
protesta es, por estos días, tema de debate en España, luego de que la
denominada Plataforma de Afectados por
la Hipoteca (PAH) decidió señalar públicamente a los diputados que se oponen a tramitar
una ley para frenar los desahucios (desalojos).
Más allá de la polémica que ocupa a los españoles acerca de la legalidad
del método, la palabra escrache surge
en la Argentina en los 90, y alude a las manifestaciones frente a los
domicilios de los procesados por delitos de lesa humanidad durante la dictadura
cívico-militar, que en esa época gozaban de libertad merced a los indultos
presidenciales de Carlos Menem.
Como dice Álvaro Peláez, integrante de la Fundación del Español Urgente
(Fundéu),
el escrache llegó a España desde el Río de la Plata, al igual que la palabra
corralito, también importada por la Europa en crisis y muy usada
recientemente por la situación en Chipre, para referirse a las restricciones en
el retiro de depósitos bancarios.
Sin embargo, el sustantivo escrache
no está registrado en el Diccionario de
la lengua española, pero sí el verbo escrachar,
como forma coloquial de Argentina y Uruguay, que significa ‘romper, destruir,
aplastar’ y ‘fotografiar a una persona’.
En cambio, el sustantivo aparece en el Diccionario de americanismos, como ‘manifestación popular de
denuncia contra una persona pública a la que se acusa de haber cometido delitos
graves o actos de corrupción y que en general se realiza frente a su domicilio
o en algún otro lugar público al que deba concurrir la persona denunciada’.
El Diccionario del habla de los
argentinos define escrache con
más precisión: ‘denuncia popular en contra de personas acusadas de violaciones
a los derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos tales
como sentadas, cánticos o pintadas, frente a su domicilio particular o en
lugares públicos’.
En Chile se emplea
funa y en
Perú,
roche. Y,
según recomienda la Fundéu,
escrache debe escribirse en
letra redonda, es decir, no debe destacarse con comillas ni con letra cursiva.
La palabra quizá provenga del lunfardo escracho, que alude a una estafa con un billete de lotería, aunque
no se descarta el término genovés scraccé,
como sinónimo de fotografía,
especialmente del rostro. De ahí quizá se asimile escrachar con fotografiar,
retratar.
También figuran como posibles orígenes el inglés to escratch, que significa raspar
(el billete usado en la estafa se raspaba para modificar su número), o del
italiano scaracio, escupitajo.
De todos modos, como dice
Diana Maffía, el
escrache no consiste en “meros insultos o abucheos, ni es una pura
expresión de descontento”, sino que “denuncia doblemente los motivos” de la reacción
y “el hecho de que no hay canales institucionales para reclamar una
intervención estatal que investigue y eventualmente sancione los hechos
denunciados”.
Y respecto del origen de la palabra, quizá coincidamos con
Maruja Torres, que en una columna en El País, dice:
“A mí me gusta uno que ni siquiera es su origen. Fonéticamente, me recuerda el
verbo francés
cracher, escupir, y muy
especialmente la novela de Boris Vian,
J’irai
cracher sur vos tombes (
Iré a escupir
sobre sus tumbas),
que trata de
la venganza de un mulato contra la tiranía de los blancos. Pues eso”.
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